Le règne de la quantité et les signes des temps (II)

Education is the most powerful weapon which you can use to change the world

Nelson Mandela

En su libro le règne de la quantité et les signes des temps (1945), René Guénon denuncia el rumbo que ha tomado la educación. Una prognosis tan acertada como infravalorada (ver Le règne de la quantité I).

Guénon afirmaba que “en Oriente se está a salvo de la ilusión, tan frecuente en Occidente, de que todo se puede aprender en los libros, lo cual provoca que la memoria se imponga a la inteligencia”. En su universo, los libros son un medio, no un fin. Cimientos sobre los que cada individuo edificará su propio desarrollo intelectual de acceso al verdadero conocimiento. Un escenario superior sólo alcanzable desde el interior, pues requiere ser experimentado, nunca importado. Este concepto, o la dicotomía Oriente-Occidente, serán désormais temas recurrentes en su obra¹.

En ella reflexiona sobre las culturas occidentales, subyugadas al reino de la cantidad. Casi un siglo después, seguimos priorizando cantidad a cualidad pese a las señales en contra. No venció César a Vercingétorix en Alesia por la «cantidad» de efectivos, sino por estrategia; ni se interpreta a Bach por su «cantidad» de obras, sino por su calidad artística; ni fue gracias a la «cantidad», sino a la casualidad y la observación, que Fleming descubrió la penicilina… De hecho, históricamente, la cantidad interviene más como catalizador que como factor diferencial. ¿Por qué entonces estructuramos nuestra sociedad en torno a ella?

Sucede porque al cerebro humano, medir y comparar valores numéricos le da una falsa -pero reconfortante- sensación de control. Un cerebro prefiere saber que tiene en casa 4 manzanas sin saber su estado, el cual cree conocer (al ver las cosas como es, no como son, le resulta fácil proyectar lo abstracto), que saber que en casa tiene un número indeterminado de manzanas dulces y jugosas. Lo indeterminado incomoda tanto como reconforta lo determinado. De hecho, cuando no abarcamos el dato, acabamos por etiquetarlo («mucho», «poco», «infinito»), a modo de límites mentales preconcebidos. Es nuestra vía de escape para no entrar en bucle, cual ordenador confrontado al problema de la parada².

Nuestro sistema educativo también se rige por el reino de la cantidad, en su acepción más metafísica y menos cuántica. Pareciera inspirado en la fake-quote de Peter Drucker “what gets measured, gets managed” (lo que se mide, se gestiona), tan certera en contextos empresariales o industriales. En su estructura aparecen principios asimilados de la 2ª revolución industrial, con el ser humano como un elemento productivo más. Por eso se impone la memoria a la inteligencia. En 1945 (¡1945!) Guénon lo observó y preconizó su fracaso. Desde su atalaya tradicionalista también anticipó una creciente globalización con consecuencias negativas.

Alertó que imponer la igualdad provoca deshumanización social, porque una educación homogénea inhibe diferencias innatas a nuestra humanidad. Finalmente concluyó que un modelo donde los alumnos se adapten al sistema -y no al revés- permite dirigir y delimitar el pensamiento crítico y, por tanto, es una herramienta de control social (“en nombre de esta pretendida «igualdad», […] se hace efectivamente a los individuos tan semejantes entre sí como la naturaleza lo permite, y eso primeramente al pretender imponer a todos una educación uniforme”)³.

Observando los países con éxito académico (p.e. Corea del Sur, Noruega, Japón, Estonia, Singapur, Canadá o Nueva Zelanda), se dan tantos modelos como casos de éxito. Algunos logran alcanzarlo -no hay que obviarlo- desde la rigidez y uniformidad aludidas por Guénon, pero otros justo por lo contrario. Como puntos en común, contexto y respeto. En efecto, es la idiosincrasia sociocultural donde crecen los niños la que determinará el encaje del modelo, y es el respeto hacia el profesorado lo que permitirá ejecutarlo. Comparando a nivel macro dos modelos de éxito antagónicos como el japonés y el sueco, se aprecia que, aunque muchos caminos llevan a Roma, no llevan todos igual.

181105 Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps (II) Tabla

¿En qué espejo nos queremos mirar? En 2015, H.Shimomura, Ministro de Educación de Japón, propuso eliminar reformar las carreras de humanidades y priorizar las carreras técnicas. Un enfoque lean desde una perspectiva industrial para el sector docente. Toda sociedad debe decidir si pone el foco en «recursos» o en «humanos» y ser consecuente. Sin valorar si es o no un error, es lo que ha hecho Shimomura. Volviendo a España, se presupone que una democracia madura quiere adultos responsables, empáticos, que sepan trabajar en equipo, con pensamiento crítico, y donde la inteligencia se imponga a la memoria. Sin embargo, nuestro modelo educativo no nos forma así. Queriendo peras, plantamos manzanos.

Por las grietas del modelo afloran más de 800 centros de pedagogías alternativas (métodos Montessori o Waldorf, escuelas democrática o constructivista, etc.). Se autodenominan pedagogías respetuosas de la infancia para significar que su sistema se adapta al niño y no al revés… ¿Nos suena? Tampoco faltan detractores, que argumentan su inviabilidad para un sistema público a gran escala. Sin embargo, salvando las distancias, que las hay, países como Noruega o Suecia han implementado una educación pública personalizada con foco en el niño. Personalizando tareas y exámenes, y fomentando la autonomía, la responsabilidad y la colaboración desde la educación infantil, han logrado alcanzar resultados notables. Y ello con una inversión por alumno similar e incluso inferior a otros países con éxito académico.

En conclusión, España precisa replantear su sistema de educación infantil y primaria, primero porque el modelo actual aún arrastra errores detectados por Guénon en 1945, y segundo porque el mercado actual exige un equilibrio conocimiento-habilidades (sentido común, pensamiento crítico, trabajo en equipo, etc.). Y viendo la realidad sociopolítica actual, quizás en lo segundo el sistema falle más que en lo primero.

¹ La primera reflexión del párrafo es uno de los conceptos expresados en el libro Introduction générale à l’étude des doctrines hindoues (René Guénon, 1921):
“L’Oriental est à l’abri de cette illusion, trop commune en Occident, qui consiste à croire que tout peut s’apprendre dans les livres, et qui aboutit à mettre la mémoire à la place de l’intelligence ; pour lui, les textes n’ont jamais que la valeur d’un “support”… et leur étude ne peut être que la base d’un développement intellectuel, sans jamais se confondre avec ce développement même ; ceci réduit l’érudition à sa juste valeur, en la plaçant au rang inférieur qui seul lui convient normalement, celui de moyen subordonné et accessoire de la connaissance véritable.
Esta dicotomía, cuando no confrontación, entre Oriente y Occidente está muy presente en su obra, especialmente en su libro Orient et Occident (1930).
En cuanto a la reflexión final del párrafo referente al desarrollo interior, en contraposición a los conocimientos adquiridos del exterior, se aborda en el libro póstumo Initiation et Réalisation spirituelle (René Guénon, 1950):
Toute connaissance implique essentiellement une identification; on peut donc dire que plus un être connaît, moins il y a pour lui d’«autre» et d’«extérieur», et que, dans la même mesure, la possibilité de la peur, possibilité d’ailleurs toute négative, est abolie pour lui.
² Alan Turing demostró mediante el teorema de indecibilidad que no hay programa de ordenador capaz de decirnos si otro programa cualquiera se queda o no se queda colgado. El «problema de la parada» es la base conceptual de la programación informática moderna, demostrado por Turing en el artículo «On computable numbers, with an application to the Entscheidungsproblem» (1936).
³ Extracto literal -con alguna omisión indicada con […]- del Capítulo VII La uniformidad contra la unidad de El reino de la cantidad y los signos de los tiempos (René Guénon, 1945), del cual se incluye un enlace a la versión íntegra para su lectura por ser un texto que incorpora parte de los fundamentos sobre el reino de la cantidad, la tergiversación del ideal de igualdad, el predominio de cantidad sobre cualidad y la automatización del ser humano, así como la proyección de estos conceptos al mundo de la enseñanza.
“La conclusión que se desprende claramente de todo eso, es que la uniformidad, para ser posible, supondría seres desprovistos de todas las cualidades y reducidos a no ser más que simples «unidades» numéricas; y es así como una tal uniformidad no es nunca realizable de hecho, sino que todos los esfuerzos hechos para realizarla, concretamente en el dominio humano, no pueden tener como resultado más que despojar más o menos completamente a los seres de sus cualidades propias, y hacer así de ellos algo que se parezca tanto como sea posible a simples máquinas, ya que la máquina, producto típico del mundo moderno, es efectivamente lo que representa, al grado más alto que se haya podido alcanzar todavía, el predominio de la cantidad sobre la cualidad.
Es a eso a lo que tienden, desde el punto de vista propiamente social, las concepciones «democráticas» e «igualitarias», para las que todos los individuos son equivalentes entre sí, lo que implica la suposición absurda de que todos deben ser igualmente aptos para no importa qué; esa «igualdad» es una cosa de la que la naturaleza no ofrece ningún ejemplo, por las razones mismas que acabamos de indicar, puesto que no sería nada más que una completa similitud entre los individuos; pero es evidente que, en nombre de esta pretendida «igualdad», que es uno de los «ideales» al revés más queridos por el mundo moderno, se hace efectivamente a los individuos tan semejantes entre sí como la naturaleza lo permite, y eso primeramente al pretender imponer a todos una educación uniforme.
No hay que decir que, como a pesar de todo no se puede suprimir enteramente la diferencia de las aptitudes, esta educación no dará para todos exactamente los mismos resultados; pero, no obstante, es muy cierto que, si es incapaz de dar a algunos individuos cualidades que no tienen, es al contrario muy susceptible de asfixiar en los otros todas las posibilidades que rebasan el nivel común. […] Por lo demás, el occidental moderno no se contenta con imponer en su casa un tal género de educación; quiere también imponerla a los demás, con todo el conjunto de sus hábitos mentales y corporales, a fin de uniformizar al mundo entero, del que, al mismo tiempo, uniformiza también hasta su aspecto exterior por la difusión de los productos de su industria. 
[…] se puede decir en efecto que la industria moderna representa, bajo todos los aspectos, el triunfo de la cantidad, no solo porque sus procedimientos no hacen llamada más que a conocimientos de orden cuantitativo, y porque los instrumentos de los que hace uso, es decir, propiamente las máquinas, están establecidas de tal manera que las consideraciones cualitativas intervienen en ellas tan poco como es posible, y porque los hombres que las manejan están reducidos a una actividad completamente mecánica, sino también porque, en las producciones mismas de esa industria, la cualidad se sacrifica enteramente a la cantidad.

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