Que todo es opinión y ésta depende de ti
Meditaciones, Marco Aurelio
Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad. Esta cita, erróneamente atribuida a Marco Aurelio¹, si refleja sin embargo sus pensamientos de hace casi 2 milenios.
Filósofo, general, emperador, padre, pocas figuras históricas han dejado un documento tan íntimo de su relación con el poder, la naturaleza, la vida, la trascendencia, el ser humano y la muerte. Meditaciones es un libro que hay que leer, releer y transmitir a nuestros hijos, a poder ser, predicando con el ejemplo. Parece que fue esa su intención inicial, la cual poco a poco mutó a confesión trascendental, de ahí que comience como lecciones aprendidas y acabe como refugio. Obra cumbre de la filosofía estoica, es un oportuno contrapeso a las tendencias sociales que priorizan poseer a ser. Un libro cuya lectura procrastinaba hasta que me la recomendó encarecidamente -vaya desde aquí mi agradecimiento- Javier Fernández Aguado, uno de los grandes pensadores de la democracia y el mejor orador a quien yo haya escuchado.
En el mundo laboral, las reflexiones de Marco Aurelio son un referente a todos los niveles, máxime en puestos de gestión y dirección. Partiendo de su reflexión, cuantos acuerdos y reuniones se enquistan porque, al contrario de lo que se piensa, no se discute sobre la verdad o los hechos acaecidos en un contrato, negocio, proceso… sino desde las perspectivas y opiniones de los participantes. En ese contexto, tan fácil es sumergirse en las propias como obviar las ajenas, y para cuando somos conscientes, ya nos hemos preparado para la batalla (si vis pacem, para bellum). Nos cuesta discernir realidad y perspectivas, hechos y opiniones, y es lógico, porque no nos han enseñado a ello. Una vez enrocados, a más información, más desinformación. Pero confundirlas puede derivar en una peligrosa guerra de trincheras, como cuando hace un siglo, perspectivas distorsionadas condujeron a la Gran Guerra.
La creciente viralización del sesgo de confirmación no hace sino perpetuar los malos tiempos para la lírica argumental. Es la enfermedad autoinmune de las redes sociales, como se esboza en le règne de la quantité. La semana pasada, Twitter España cerraba una cuenta donde una profesora manifestaba desde el respeto su opinión en un tema de actualidad nacional. Acto seguido se sucedieron insultos, menosprecios y una masiva petición de suspensión de cuenta por inquisidores del pensamiento único. Afortunadamente, tras numerosas quejas de usuarios, al cabo de unos días se reactivó la cuenta. La reacción de Twitter se debe, probablemente, a que es incapaz de analizar con profundidad la cantidad ingente de denuncias que recibe (siendo mala, es la menos mala de las explicaciones). Sin juzgar el hecho en sí, es una muestra evidente de las grietas del sistema. Un ejemplo más de cómo las redes sociales provocan y fomentan que acusaciones falsas e invenciones pasen por hechos consumados.
Una vez atrapados en nuestra caverna de Platón, ya hemos perdido la perspectiva, es decir, sólo vemos la nuestra. Y si es de aplicación en las relaciones externas con socios o clientes, no lo es menos en las internas con jefes y subordinados, donde entran en juego relaciones asimétricas mal enfocadas, frustraciones y egos. ¿Cómo gestionarlo? Ni todo es conocimiento, ni el mismo garantiza nada. Quizás se debería enseñar esto en la escuela, o al menos generar inquietud en los jóvenes para que investiguen por su cuenta. Su proyección y capacidad de liderazgo siempre será más sólida sabiendo buscar y encontrando ese equilibrio holístico sobre el que medita Marco Aurelio. Porque negociar es más ceder que imponer, convergencias desde las que construir que armas con las que vencer. Y en el mundo laboral, como en el personal, todo es necesario, saber cuándo ceder, saber cómo liderar, y saber si es hora de luchar, hasta con uno mismo.
Esa lucha interior fue llevada a la gran pantalla por Woody Allen en 1997, enfrentando sus perspectivas y realidades, a ver si llegaban a un acuerdo. Una catarsis neoyorquina resumida en el epílogo: «Toda la gente conoce la misma verdad; nuestra vida consiste en cómo decidimos distorsionarla«, digno corolario al pensamiento de Marco Aurelio, y cuyo atisbo de deconstrucción buscaba el post cinéfilo de Deconstructing Harry…