Watching John with the machine, it was suddenly so clear. The Terminator would never stop, it would never leave him. And it would never hurt him, never shout at him or get drunk and hit him or say it was too busy to spend time with him. It would always be there and it would die to protect him. Of all the would-be fathers who came and went over the years, this thing, this machine was the only one who measured up. In an insane world, it was the sanest choice.
Sarah Connor en Terminator II Judgement Day (James Cameron, 1991)
Ayer me preguntaba, mientras observaba a mi hija de dos años relacionarse en su primer día de colegio, en qué mundo crecerá, en qué trabajará y cómo afrontará que sean androides quienes cuiden a sus hijos.
Al asimilar Sarah Connor que nadie cuidará mejor de su hijo John que una máquina, se produce una disrupción conceptual del ser humano como especie. Cuando suceda, será la primera vez que el homo sapiens delegue su integridad y bienestar en otra ¿especie? y no al revés, con todo lo que ello conlleva conceptualmente. Ese salto al vacío está a la vuelta de la esquina, e intuyo que la próxima generación de adultos tendrá que afrontarlo, bien como padres, bien como abuelos.
A dos generaciones vista no cuesta imaginar a los niños conviviendo con humanoides que cubran las funciones antaño destinadas a abuelos, babysitters, mascotas o amigos. De hecho, mi duda no es si lo harán, sino cuándo y cómo. ¿Estamos preparados para deshumanizar progresivamente la infancia de nuestra especie? Si hemos sustituido muchas reuniones de amigos por grupos de whatsapp o comentarios en muros virtuales de facebook, habrá quien sacie el instinto familiar con conexiones holográficas en remoto o quien prefiera un dogbot a un perro, que ni ensucia, ni ladra, ni enferma, ni te obliga a salir de paseo.
Como en casi todo, los matices pueden marcar un proceso. Así sucede con el desarrollo tecnológico en el ámbito doméstico, donde los avances estéticos en cosmética humanoide serán un factor clave para su comercialización a diferencia de otros sectores. Siempre sería menos traumático dejar a los niños en casa con Sophia¹, el androide de aspecto humano inspirado en Audrey Hepburn de Hanson Robótics, que con Nao², el conocido robot desarrollado por Aldebaran Robotics, por mucho que cumplieran las mismas funciones. Al fin y al cabo somos animales simbólicos con reconocimiento facial incorporado de serie.
Y si los niños son potenciales clientes por precisar asistencia, no lo son menos las personas de avanzada edad. Esta tecnología permitirá que pasemos nuestros últimos años en casa asistidos por carebots, una propuesta seductora para un animal territorial como nosotros. El número de aplicaciones se me antoja ilimitado, si bien, atendiendo a la inversión y al grado de desarrollo, la industria militar y la sexual van un paso por delante como trataré en otro post. Con estos antecedentes, cuesta creer que esta industria no acabe por remontar el vuelo cuando, inexorablemente, se precipite por la pendiente del ciclo hype.
Son los albores de una progresiva delegación de funciones en robots, que empezarán por asumir aquellas que no requieran de pensamiento crítico, conexión emocional o razonamiento avanzado para la toma de decisiones. Si el desenlace a largo plazo resulta difícil de vislumbrar, a corto se augura una oleada de despidos de baja cualificación, la cuarta revolución industrial, a la vez que se precisarán expertos en campos aún por crear.
La primera oleada de automatizaciones reducirá progresivamente los costes de producción al amortizar puestos de trabajo que requieran más el aporte de tiempo que un conocimiento específico. Desde el coche autónomo, que sustituirá a los conductores, a los androides domésticos, que suplirán a los asistentes en el hogar, pasando por los droides baristas, que reemplazarán a los camareros (¡cómo no recordar a R2D2 sirviendo cócteles en la barcaza velera de Jabba the Hutt!). Quien antes detecte en qué dirección gira su sector, mejor gestionará el cambio, pero no es fácil ver la segunda derivada. Muestra de ello es la reciente controversia taxi-vtc, cuando es el tsunami del coche autónomo el que arrastrará a ambos.
En cualquier caso, la sensación general es que todo va muy rápido. El 11º mandamiento del profeta Moore, constatando que Saturno devora bianualmente a nuestros hijos tecnológicos, no parece caducar. Cual Sísifos postmodernos, cargamos la manzana petrificada de nuestro iPhone por la ladera exponencial de la montaña hasta que, inexorablemente, nos arrastra a la casilla de salida, para que nada cambie.
Cerrando los ojos, imagino un punto de inflexión. El instante preciso en que la inteligencia artificial no solo replique conductas adquiridas, sino que realmente tenga consciencia propia para identificar que nos ha superado a nivel cognitivo. El amanecer de una red neuronal artificial (artificial neural network), conectada y universal, como la imaginada por Masamune Shirow hace 3 décadas, y tan de actualidad estos días por sus aplicaciones en ingeniería biológica, farmacología, neurociencia o marketing personalizado, entre otros ámbitos³. En ese preciso instante pasaremos a ser el eslabón perdido que nunca llegamos a encontrar por carecer de espejo.
Lo que subyace tras la reflexión de Sarah Connor es cómo afectará este salto en la construcción personal, especialmente en su vertiente emocional, de los adultos del futuro. Es difícil predecir qué consecuencias sociológicas tendrá cuando este hecho sea generalizado, no solo porque los niños de una generación tengan por compañero habitual a un androide, sino sobretodo porque todos tendrán al mismo. Asusta pensar las consecuencias de homogeneizar la construcción de la personalidad de toda una generación a partir de un mismo patrón de comportamiento.
Todo ello sin entrar en lo fácil que sería manipular la opinión pública hacia objetivos concretos, especialmente si se hace de manera no invasiva, o si lo emplea alguno de los Estados donde los derechos humanos no incluyen una total libertad de expresión. Siendo la generación de adultos incapaz de evitar que un 29% de los menores de 24 años tenga nomofobia (adicción al móvil), dudo que renunciáramos a la comodidad de disponer un androide que eduque y cuide a nuestros hijos por las tardes, limpie la casa por las mañanas y prepare la comida durante la noche. Así que habrá que asumir la responsabilidad personal de cada uno y adaptarse… y adaptarse no es comprar un dogbot si te gustan los perros, adaptarse es aprovechar las ventajas de una sociedad robotizada, sin por ello delegar la educación en valores y comportamientos de nuestros hijos en terceras personas, incluido un robot.
Quizás después de todo lo que debería preocuparnos de la frase no es llegar a la conclusión de que la solución más sana o sensata es que el mejor amigo para tu hijo sea un androide, sino la causa que lo provoca y a la que nadie pone remedio (in an insane world).
Padres del futuro, si os sentís indentificados, mejor no os confiéis… los dos únicos precedentes que recuerdo -Anakin y el propio John- acabaron provocando un conflicto bélico.
¹ Sophia fue activada el 19 de abril de 2015 y ha sido un punto de inflexión tanto por su aspecto como por su capacidad de interactuar e imitar el comportamiento humano. Dispone inteligencia artificial, procesamiento de datos visuales, reconocimiento facial y machine learning, para mejorar su interlocución a partir de conversaciones anteriores. Sophia ha acudido a instituciones y televisiones, destacando sus entrevistas en Naciones Unidas o la CNBC. En 2017 se convierte en el primer robot que obtiene una ciudadanía, en concreto la saudí, acto no exento de polémica por los vacíos legales que supone. ¿Como ciudadana no tendría derecho a votar, casarse, crear una empresa o cobrar por trabajar? Es más, ¿podría asimilarse una hipotética desconexión programada de Sophia como eutanasia?
² Nao es un robot humanoide activado oficialmente en 2008 aunque anteriormente ya había sido presentado en actos como, por ejemplo, en la Robocup de 2007, donde sustituyó al participante anterior, Aibo, el dogbot de Sony. Tras participar en numerosos eventos, en 2011 se lanza Nao Next Gen, una versión mejorada del Nao original. Desde entonces su uso se ha extendido por universidades y centros tecnológicos.
³ En el libro Advanced Applications for Artificial Neural Networks, el editor Adel El-Shahat recoge, a través de casos de estudio concretos, los últimos avances en diferentes campos de la ciencia y los negocios de científicos que investigan en las aplicaciones prácticas de las redes neuronales artificiales.