Liderando con disciplina*

ask not what your country can do for you, ask what you can do for your country

1961, JFK

La disciplina positiva es un modelo de educación orientado a superar problemas, no a superar a los demás, motivando el crecimiento del individuo dentro del grupo. Mientras hay ya quien busca cómo transferir sus principios al ámbito laboral, la I+D podría suponer un excelente escenario para su aplicación.

Somos seres socioculturales. Cualquier acción u opinión viene predeterminada por siglos de convivencia y convergencia intercultural que desembocan en que seamos como somos. Nuestro -supuesto- libre albedrío se ciñe a un espacio preestablecido y delimitado del que no vemos los muros, pero están. Nos reconforta sentir, por afán geocéntrico, que no los hay, que somos “libres”, hasta que nos enfrentamos -por lo general mediante una expatriación- al inevitable shock cultural. Al chocarnos contra ellos, pierden su invisibilidad. Si antes no los veíamos es porque fueron construidos mucho antes de nacer y no estábamos preparados para verlos.

Cada generación modela los procesos mentales de su relevo mediante polifacéticas estructuras inmersas en el lenguaje, heredadas a su vez de la generación anterior. Aquí conviven las destinadas a manipular al receptor -miedo, culpa, victimismo, superioridad (raza, sexo, nación…)-, con las que apelan a la responsabilidad individual lejos de dichas conductas. Incluso hay personas que desde su atalaya mediática se dirigen al resto con un discurso adulto¹ en fondo y forma. En estos tiempos donde tantos referentes sociales se comportan y nos hablan como a adolescentes, es siempre de agradecer y valorar.

La educación discurre a caballo entre los dos modelos tradicionales, autoritarismo y permisividad. Mientras uno impone obediencia por miedo al castigo, generando rebeldía, el otro supone una renuncia que deriva en el síndrome del niño emperador. Lo habitual es buscar un punto de equilibrio entre ambas, mientras se incorpora la tendencia actual de ensalzar actitudes positivas. Nos han insistido tanto, que, cuando tenemos la oportunidad, no sólo lo hacemos, sino que nos sentimos bien. Alabamos porque, en el fondo, nos gusta oírlo. «¡Qué bien te portas!», «eres muy bueno…«, «qué niña más lista tienes«. Tras una buena acción o comportamiento del niño, suena tan bien… ¿verdad?

En ese contexto surge la disciplina positiva, un modelo basado en el respeto, afecto, empatía y firmeza. Se busca conectar antes de educar -adaptando la conversación al niño, y no al revés- para mantener un diálogo abierto y flexible donde se pacten límites y reglas desde el consenso. Un acuerdo alcanzado mediante una negociación orientada a las soluciones, no a los problemas. Porque el objetivo no es llevar razón o que algo se haga, sino empoderar al niño desde la responsabilidad para que tome las decisiones correctas por si mismo. Difiere por tanto de la educación tradicional que superpone los valores del adulto sobre los del niño, incluso cuando se busca evitarlo.

Un niño ayuda a otro a levantarse tras caerse y le decimos, para fomentar su buen comportamiento («siempre positivos y motivadores»), una frase sencilla: “¡Qué bueno eres!. Cómo decían Les Luthiers, analicemos la frase². Es una paráfrasis lingüística de «YO, que soy quien decide lo que está bien y lo que está mal, VALORO tu acción, JUZGO que está bien hecha y DECIDO que eres bueno”. Así expresada, es evidente que el eje no es el niño y menos aún su acción… En 3 palabras el adulto asume todo el mérito y la responsabilidad del proceso, cuando debería ser espectador, no juez. De hecho, no procede proyectar la valoración de la acción a la persona, aunque sea muy recurrente.

Es más, alabando su acción el adulto está inconscientemente autoalabando su gestión como padre. Por eso gusta. En esa misma situación, iniciar un diálogo con «¿Cómo crees que te has portado?» o «¿Qué ha pasado?» provocaría que sea el niño quien analice, juzgue y decida la valoración de su comportamiento, asumiendo su responsabilidad y siendo el protagonista. Escuchando su respuesta, mostramos empatía, respeto e interés, lo cual actúa como motivación a futuro. Parece fácil, no lo es. Lo fácil -y rápido- es decirle que lo hizo bien, como fácil es comerse el marshmallow en cuanto se den la vuelta los monitores…

Hay ensayos para trasladar este enfoque al liderazgo social y empresarial. Invirtiendo en los niños, se puede consolidar a largo plazo una generación de adultos con mejor gestión del cambio, mayor autocontrol y más responsables. Tres habilidades clave del liderazgo, la habilidad más demandada para trabajos directivos y/o internacionales. Además, hay estudios que relacionan estas técnicas con un mayor desarrollo de las funciones ejecutivas del cerebro, precisamente las que se activan al tomar decisiones, planificar, organizar, etc. Formando a niños se tendrán adultos mejor preparados y con mayor inteligencia emocional.

Por otro lado, aplicando estos postulados a equipos de trabajo, se puede obtener mayor implicación, colaboración y asunción de responsabilidades de sus integrantes. Sigue sin ser fácil, ni inmediato, pero es factible. Teniendo en cuenta que, cada vez más, los proyectos empresariales y sociales se desarrollan en red, y no bajo un esquema jerárquico de tipo piramidal, incrementaría notablemente las opciones de alcanzar el éxito. Un primer paso para lograr equipos más cohesionados y maduros, lo cual, inevitablemente, permitiría mejorar los resultados. Nuevos enfoques para seguir avanzando en nuestra propia comprensión y deconstrucción como ser humano.

En un entorno vuca e innovador, la frontera entre laboral y personal es permeable. Todo y todos estamos conectados. Capacitarnos emocionalmente y mejorar las habilidades individuales y colectivas es un factor decisivo cuyo verdadero potencial aún está por descubrir.

¹ Es precisamente lo que hizo JFK con su famoso «ask not what your country can do for you; ask what you can do for your country«. En un momento complicado, enero 1961, en plena guerra fría y con la crisis de Berlín en su apogeo, el presidente de la 1ª potencia mundial se dirigió a los ciudadanos en su primer discurso apelando a su responsabilidad como ciudadanos, invitando a que huyeran del victimismo y conformismo.
² Sketch de Les Luthiers titulado «El sendero de Warren Sánchez» donde se ironiza sobre el sesgo de confirmación, y como lo utilizamos proactivamente para sentirnos cómodos, aunque sea a costa de renunciar a conocer la verdad de los hechos.

* Artículo Publicado en La Opinión de Zamora el 17/09/19

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